miércoles, 11 de junio de 2008

Un recreito literario...

Siempre pido a la gente que tiene "veta" de escritor, o que se que ha vivido cosas en nuestro pueblo que nos cuente alguna anécdota... ¡No se logra siempre alcanzar los objetivos!! Pero dicen que la gota orada la piedra y tanto insistir aquí me llegó una hermosa narración y como aclaró su autor: "Cualquier semejanza con lo que fue la realidad de algún pasaje es pura coincidencia."
La verdad que esto del paro en algo nos ha beneficiado porque el escritor en cuestión me comunicó: "Como no puedo solucionar el problema del campo ni tampoco tomar un café con mis viejos amigos dispersos en la pampa de la abundancia, me entretuve escribiendo este mamotreto que ni siquiera llega a ser un cuento; sino una breve miscelánea sobre cosas que nos ocurrian (creo que a todos) en aquellos años donde las señoritas nos producían cierto escozor, sentimientos y fantasías que casi nunca se concretaban.
Desde entonces no desaparecieron solamente Los Beatles (aunque perduren) sino también, entre otras cosas, la cancha de paleta, la de basquet y el alambrado.
Y lo que es peor no existe mas el ligustro, testigo de muchas promesas mas infundadas que incumplidas y de otras transacciones que mi condicón de caballero no me permite revelar.

"LA LESIÓN "
Tal vez haya sido la trayectoria de un centro pasado o un tiro desviado del wing izquierdo, lo que distrajo su atención en aquel picado que inevitablemente se disputaba en el recreo largo, antes de almorzar.
Tampoco sé si fue el largo pelo dorado que revuelto envolvía apenas aquel rostro perfecto, o el azul intenso que el sol de la primavera reflejaba en la mirada de aquella muchacha que se deslizaba parsimoniosamente, recogiendo ropa en el tendal que dividía por mitad el patio de los Echandi, justo detrás del arco que daba a la cancha de paleta.
Solo sé que petrificado y absorto, no pudo por un momento (se le antojó una eternidad) dejar de observar la esbeltez de aquella figura antes de regresar a la cancha, notablemente turbado. Desconcentrado, estuvo impreciso en los pases, se comió un par de amagues para el escarnio y para colmo, dentro del área, pifió una media vuelta que les costó un gol de contraataque.
Cuando al día siguiente divisó nuevamente a la doncella estirándose sobre el tendal, ahora con una tenue y candorosa sonrisa que creyó emparentada con la perfidia, comprendió que debía concebir algún ardid que le permitiera abordarla.
Esa tarde, ya en clase, poco le importó aquel aplazo en merceología, que le bajaba el promedio y lapidario, lo condenaba a llevársela en Diciembre.
Recién orillando el amanecer luego de transitar un insomnio poco habitual, pudo al fin maquinar un plan que estimó efectivo para su propósito y que comenzaría a ejecutar inmediatamente.
Cuando el inexorable picado matinal los convocó, fingió una lesión, (“un tirón en el aductor derecho”) y rengueando ostensiblemente, se sentó en el borde de tierra donde se concentraban los hoyos que se utilizaban para jugar al choclón, a la espera que un atacante exigido o que un defensor forzado elevara la pelota sobre el alambrado.

Con la excusa de buscarla- aventurando delatar su estrategia y ser consecuentemente ridiculizado - correría tras el fútbol y cruzando la calle, ya en la vereda, entablaría conversación con la damisela anhelada.
Estoico se dispuso a esperar mientras seleccionaba finamente las palabras precisas para iniciar el diálogo, lo imaginó una y mil veces, especuló con infinitas variantes que podían modificar su parlamento y solamente calmó su ansiedad cuando estimó que ninguna frase imprudente podía frustrar la cita, que se concretaría seguramente en las habituales salidas domingueras.
Conjeturó dilatados crepúsculos compartidos junto al ligustro que crecía apenas terminaban los ventanales de las aulas, pródigos en besos más furtivos que ardientes y que solamente serían interrumpidos por las tempranas campanadas que infaliblemente anunciaban la Cena.

Quiso el azar o el destino que ese día ni en los siguientes el fútbol pudiera franquear el alambrado que, insobornable, acotaba sutilmente la frontera entre el mundo exterior y el colegio, o acaso entre la cruda realidad y el extraño universo que con sus propios códigos florecía en el internado.
Sobrevinieron un par de días lluviosos con picados suspendidos y recreos obligados en la galería semicubierta, que oficiaba de perímetro a la cancha de básquet embaldosada que casi no usábamos.
Cuando escampó, ansioso después de tanta ausencia, portando mariposas en el estómago y alas en el alma, volvió a la guardia junto al alambrado, abrigando la esperanza de observar, aunque sea de lejos, la imagen de aquella niña que, de tanto imaginarla suya, ya no podía desterrar de sus pensamientos.
Pero el angel rubio ya no apareció jamás.
Regresó a la rutina de los picados cotidianos, que aunque plenos de gambetas, palomitas, rabonas, caños o goleadas que poblaban hasta entonces su existencia, ya no juzgó esenciales.
Otros ángeles hechiceros aparecieron en su vida, pero aquél, del que nunca supo su nombre, fue el primero en revelarle, casi brutalmente, un territorio inédito que albergaba promiscuamente sublimes sensaciones junto al dolor mas profundo.
(Allá lejos y hace tiempo en Serrano, cuando aún la luna no había sido horadada por el hombre y los Beatles fascinaban a los jóvenes del mundo, en una apacible primavera de 1967.-)

R.S.E
¡¡No me digan que no es una pinturita!! Esperamos seguir contando con este grandioso colaborador... a quien no ceso de alabarle su retórica y su hermosa manera de escribir... él va eligiendo las palabras... jugando con ellas... y ¡esa es la idea de este post... convocar a lectores/escritores nuevos!! Quizás con esas frases adornadas con matices de aquella adolescencia, nuestro "escritor" nos hizo vivir un pedacito hermoso e importante de su historia... ¡¡¡GRACIAS!!! Y como dice abajo de las tapitas: "Seguí participando"

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