domingo, 11 de marzo de 2007

EL TIEMPO MÁS HERMOSO...

Hay un libro bellísimo, que justamente lleva este título "El tiempo más hermoso"de Jorge Vocos Lescano, en éste, el autor describe un manojo de situaciones que se desprenden de una etapa de su vida que aparece, a los ojos del lector por lo menos, como maravillosa: La Infancia.
Pareciera que esto nos ocurre a todos, o a casi todos.
¿Quién no es capaz de recordar con una sonrisa cualquier anécdota de su infancia?
¿Quién no reconoce a esa etapa de la vida cómo la más bella?
¿Quién no lo recuerda cómo el tiempo más hermoso?
A los que somos adultos, hay pocos cosas que nos causan tanto placer, como juntarnos con amigos, primos, hermanos y hasta vecinos de la infancia y revolver en cada rincón de la memoria para revivir “aquellos tiempos”, y vamos entre risas y aspavientos desgranando cada una de “aquellas" situaciones, sorteando baches que la memoria no cubre, con un dulzor amargo, como dice la canción… con esa tristeza alegre,como suele definir J.J. Morales a la melancolía.
Recordamos nombres, lugares, anécdotas, colores y olores, pero siempre, siempre con una sonrisa.
Siempre que nos encontramos con alguien y recordamos algo que vivimos en esos tiempos, lo hacemos, indefectiblemente, con una sonrisa dibujada en el rostro y latente en el corazón.
Es cómo si solo pudiéramos reconocernos felices es esa etapa de la vida, como si perdieran importancia; la pareja, los hijos, la familia, el trabajo, en fin… el resto de la vida que nos tocó vivir.
Pareciera que lo único verdaderamente hermoso que nos ha sucedido en la vida, es haber trancurrido y vivido nuestra infancia.
No hay nada más bello que contarle a nuestros hijos cómo eran la escuela, los juegos, viajes, vacaciones, salidas, lugares, relaciones, etc, que vivimos en la infancia.
Pierden toda relevancia, las vergüenzas, los castigos, los llantos y algún maltrato. Hasta las pérdidas más sentidas, aparecen cómo poco importantes.
Creo que vivimos de manera tan distinta las etapas posteriores a nuestra infancia, que nosotros mismos abrimos esa brecha inmensurable entre lo hermoso y la vida.

Por qué no podremos vivir cada momento de la vida de manera tal, que al recordarlo en el tiempo, tengamos la misma sensación de plenitud, que al recordar nuestra infancia?

Será porque el reconocernos adultos nos hace perder un poco el verdadero sentido de la vida y nos enfrenta a innumerables batallas, que a menudo libramos contra nosotros mismos, tratando de encontrar un camino que nos lleve a vivir “otros tiempos más hermosos”.
Andrea Roggero, marzo de 2007

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